Yo y los discos


Platón creía que los planetas al moverse generaban sonido, y al moverse todos juntos cierta armonía. Y la orquesta completa de cuerpos celestes, una sinfonía universal que penetraba todos los rincones del mundo. Él pensaba que los compases de este peculiar conjunto galáctico no eran distinguibles por los seres humanos pues habían crecido acostumbrados a su sonido. Lo que llamamos silencio es su "Música de las esferas".
Quiza sea cierto, y en ese caso, siguiendo la misma lógica, las personas al moverse generan ruido. Y la masa completa de seres humano (y los que no) un completo caos sin sentido y destructivo, que también viaja a través de las constelaciones y hacía los límites probables del universo. El silencio en otras partes del universo no debe ser tan bueno como aquí.
En cualquier caso, hubo un caos previo a ambos, uno de equilibrio precario, que presentaba las tensiones que se desarrollarían en el universo: era un fluido denso de partículas elementales, sin mutualidades en átomos o filiaciones en moléculas. Anaxágoras -si hubiera conocido el plasma- hubiera llamado a este fluido de partículas "spermata". Y quizá, hubiera seguido creyendo que estas semillas podían diseminarse a través del universo y poseer en ellas mismas la vida. Houellebecq sitúa estas partículas en el resultado cansino de una sociedad que ha estado una temporada en el siquiatrico. 
Yo me quedo al margen de esas estridentes discusiones, pero a veces pienso que la única panspermia posible es a través de los discos.